11 enero 2010

Closing In (1)

Título:  Closing In (Parte 1)
Personajes:  Aimée Reed, Alex Card. Extras inventados: un 017 ex-amigo de Aimée, un 021 norteamericano y James (Director de OMAS, Londres).
Advertencia:  Mucha especulación de mi parte y poco canon en el que respaldarme.

Situado en el pasado de Aimée y en el tiempo en que conoció (y detestó) a Alex.

OMAS, Central Londres
28 de Mayo, 199x
06:31 PM


Honesta, completa, sinceramente… Aimée Reed nunca había conocido un interno tan imbécil. El mero hecho de que estaba a un año de graduarse le sorprendía sin medida. Porque el mocoso no era simplemente arriesgado, era... imprudente. Y le molestaba. Le molestaba su afán de hacer comentarios irónicos cuando estaban en una situación seria, le molestaba cuando se reía durante los entrenamientos que no entendía del todo y algo le terminaba saliendo mal, le molestaba que (a pesar de lo torpe que se veía) era tan bueno en lo que hacía. Porque los 017 que conocía hasta el momento, eran casi todos iguales: un poco deprimentes, demasiado detallistas, un poco carentes de personalidad por todas las identidades que tomaban; en definitiva, todo lo contrario al interno de intercambio que les había llegado nada más hace seis meses desde Latinoamérica.

Como si no tuviera suficiente con sus propios asuntos en la Organización de los que ocuparse.

Antes de dejar que la rabia, la indignación y un poco más de rabia le ganaran la partida, mientras están sentados en la van que los recogió en el Punto de Encuentro, Aimée cierra los ojos y espera adormecerse lo suficiente por el cansancio para no tener que escuchar al agente que los ha recogido ni tener que hablar con el interno en entrenamiento que era parte de su equipo y causa de su actual molestia.

Se baja de la van sin siquiera despedirse y el único agente incluido en el equipo que la conoce desde que llegó a la Academia (un 017, igual que el interno) hace un ademán de decir algo—alzando la mano para intentar cogerla de un hombro—pero ella hace uso de sus habilidades y lo evade fácilmente, intentando demostrar con una mirada qué tan equivocado está si cree que una nimiedad como ésta va a derribar su compostura tan fácilmente. Y él lo sabría, si acaso se hubiera preocupado un poco más en hablarle de cuando en cuando, en vez de andar ocupando sus dotes de manipulador para buscarse novia cada vez que se aburría.

Y no. Eso no eran celos. Era, simplemente, un sincero interés por la amistad que habían tenido.

Tenía que ser 017, claro.

Y tal vez ésa era parte de la razón porque no soportaba al interno. Porque a veces le traía recuerdos a la mente.

Así que se no se detiene a dar el informe tras volver de una misión y decide primero largarse a su habitación en los dormitorios integrados. Toma una ducha, sin interesarse en los mensajes que han dejado sobre su escritorio ni darse el tiempo de cambiar las flores marchitas sobre la cama.

Planea todo mentalmente mientras está de pie con los ojos cerrados y el agua tibia cayéndole encima: ordenará algo de comer, dos paracetamol, una taza de té; se pondrá una camisola desteñida y se echará a la cama a ver alguna película en la televisión; no se levantará hasta el otro día y todo el mal humor se le habrá pasado en la mañana.

Nada más salir de la ducha, escucha el golpeteo insistente de alguien en su puerta y tiene que suspirar por cómo siempre que planea algo para su tiempo libre, alguien viene y se lo estropea. Se envuelve en una toalla azul y abre la puerta, sin sus lentes y con el pelo mojándole la espalda y la alfombra.

El segundo agente de intercambio que ha conocido en estos meses, del que ni siquiera se ha dignado a preguntar su nombre, permanece con el puño en alto frente a ella por unos segundos, observándola sin decir nada por otros más. Y hay un algo en la manera que alza la ceja al hacerlo que la exaspera.

—¿Y bien? —pregunta, con algo más de aspereza que la que le han enseñado, pero sin lograr hacer que le importe a esas alturas. El 021 norteamericano sale de su estupor con un movimiento brusco de la cabeza y le sonríe.

—Ah… Reed, si hubiera sabido antes que te ves así cuando…—

Le cierra la puerta en la cara antes de dejarle terminar, pero antes que logre dar un paso de vuelta al baño para secarse, ésta se abre y el norteamericano no la deja preguntar, alzando un clip en la mano.

—Le falta seguridad a esta sede —dice él, más para sí mismo que para ella, con un encogimiento de hombros. —Reed, vengo a…—

—Si pretendes convencerme de cómo convertirme en una 015 que te crea cualquier argumento de porque salir contigo sería la mejor experiencia de mi vida, te aviso que…—

—Nos llama James —interrumpe el Norteamericano, frunciendo el ceño. —Es una lástima porque ya que estamos podríamos…—

Está segura que hay alguna propuesta libidinosa en lo que él dice, pero su mente se bloquea y comienza a andar a mil por hora.

—¿Para qué? —pregunta, y escucharle decir «¿quieres saber lo que llevo entre mis jeans y yo?» debiera hacerle expulsarlo de su habitación, en parte por estarle hablando de tal manera y en parte por estarle recitando Calvin Klein; pero no puede forzarse a hacerlo cuando hay otras cosas por delante.

—Porque sería una interesante situación, ¿no crees? Tú, yo y…—

—No, ¿para qué nos llaman? —le interrumpe otra vez, hablando con los dientes apretados ante su osadía e internamente asombrada ante su inhabilidad de tomar un no como respuesta.

—Una irregularidad en el procedimiento de la operación, al parecer.

—Necesito que salgas, tengo que cambiarme.

—Si quieres puedo ayu…—

No. Gracias —masculla, con toda su capacidad de ser civilizada disminuyendo a cada segundo. —Por favor.

El norteamericano asiente y aferra el pomo de la puerta, con un cambio en su actitud tan típicamente de agentes, dejando de lado su coquetería y retomando su formalidad.

—Te espero.

No es una pregunta y ella no alcanza a negarse antes que él desaparezca tras cerrar la puerta.

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