Advertencia: Perdón, Leo :(
Están junto
a un árbol, vestidos de civiles, y el objetivo los mira fijamente.
—Los van a
descubrir —escucha a Antonia decirles por el auricular—. Tienen que hacer algo rápido.
—Anto —dice
Jorge—, necesito que no mires la pantalla un momento.
—¿Eso? —pregunta
Antonia.
—Eso.
—Pero prefiero
mirar.
—Anto.
—Ya, ya.
Adelante.
Cuando el
objetivo se pone de pie y camina hacia ellos, Jorge le pone una mano en la
cadera y la otra mano sobre la mejilla y la besa. Son sus labios en los suyos,
nada más, un topón, como dice Cony.
—Sorprendido,
pero no del todo convencido —dice Siver—. Eso parece de preadolescentes.
Sin decir
nada, Jorge da un paso entre sus piernas y la obliga a dar un paso atrás. La apoya
contra el árbol con la mano en su cadera y con la otra le toma el mentón y le inclina
el rostro y la besa de nuevo.
—Aún
dudoso.
Jorge le
aprieta la cadera levemente, primero una vez, luego otra y una última.
S. O. S.
Entonces
Aimée se da cuenta de que lo que está fallando es ella y su nula reacción, así que
le pasa los brazos por el cuello y cuando Jorge empieza a mover sus labios
contra los suyos, Aimée le sigue el ritmo.
—Mejor. Ya parece
que les cree un poco.
Aimée sube
una mano, la enreda en su cabello y la empuña en su nuca, y siente a Jorge
bajar la mano de su cadera, apretarle una sola vez el costado del muslo. Casi por
inercia, Aimée lo entiende y levanta la pierna, la curva contra su cintura y
siente la diminuta palmadita de aprobación que Jorge le da en respuesta antes
cuando desliza su mano hasta debajo de su muslo y la mantiene ahí, ayudándola a
mantenerse así.
Cuando le
acomoda la cara solo un poco más hacia atrás, Aimée también lo entiende y abre los
labios y lo deja profundizar el beso, apoyando su peso contra la corteza del árbol
y atrayendo a Jorge contra ella.
—Listo, se
lo creyó. Volvió a sentarse, pero sigue atento.
—¿Ya puedo
mirar? —pregunta Antonia.
—No —dice
Jorge, contra sus labios, los ojos casi cerrados—. ¿Siver?
—Um, dale
un minuto más y podemos buscar otra ubicación menos arriesgada —dice Siver.
Jorge no
dice nada, pero le besa la comisura de los labios, la mejilla, la mandíbula, le
gira el rostro en dirección al objetivo cuando le besa el cuello.
También entiende
esa señal tácita y le da una ojeada rápida al objetivo, lo nota mirándolos y
cierra los ojos. Aimée masculla mm-hmm sin hablar para indicarle que
todavía están en la mira, y Jorge chasquea la lengua en respuesta.
Entonces le
vuelve a girar el rostro hacia él y la vuelve a besar. Es una experiencia…
integral. Es exhaustivo, usa los labios, la lengua, los dientes, y es un buen
beso en demasiados niveles como para no sentirse culpable.
—Ya, está
en movimiento —dice Siver.
Jorge la
suelta y da un paso atrás. Tiene la respiración agitada, el cabello desordenado
donde ella se lo tocó, las mejillas levemente sonrojadas.
—Perdona,
es que quedamos demasiado cerca, no se me ocurrió…
—Está bien —dice
Aimée y se aclara la voz cuando nota que apenas le sale un hilo—. No pasa nada.
—Ya está en
la esquina, va rápido, pueden empezar a seguirlo —dice Siver.
—Con un
poquito más de precaución, por favor —dice Antonia—. Que si pasa de nuevo, entonces
sí voy a mirar, Jorge. ¿Te acuerdas del trato, cierto?
—Sí, Anto.
Déjame concentrarme ahora.
Jorge toma
la delantera, solo medio paso más adelantado al suyo, y Aimée se seca los
labios lo más discreta que puede mientras lo sigue.
***
Cuando
vuelven a la van, Antonia se le acerca y la tira de un brazo para apartarla un
poco del resto.
—¿Y?
—Perdón —dice
Aimée, mientras intenta buscar las palabras para disculparse apropiadamente por
algo que no empezó.
—No, tonta,
¿qué te pareció?
—Ah. ¿Qué…?
Antonia rueda
los ojos y le hace un gesto con la mano para que hable.
—Quiero
saber qué tal el beso, pues —precisa Antonia, y Aimée traga saliva, procesando
sus palabras.
—Estuvo… bien.
—¿Solo
bien? —pregunta Antonia, alzando las cejas.
—Más que bien
—agrega Aimée.
—Besa bien,
¿cierto? —dice Antonia y entonces sonríe, y da una mirada para atrás para saber
que no hay nadie antes de seguir hablando—. Necesitaba confirmar que no era yo,
Aimée. ¿No estoy loca, cierto? Es que, no sé, sé que me gusta lo que hace porque
lo quiero, pero es que también quise a mis ex y no era… así. ¿Me entiendes?
—Sí —dice
Aimée y entonces se sonríe y se cubre la boca con la mano—. No, no eres tú.
¿Eso es siempre así? Porque… porque vaya. Creo que ese es un nivel de
besar que no conocía hasta ahora.
—Siempre —responde
Antonia y asiente con la cabeza—. O sea, no cuando es un hola y adiós, pero
cuando va en serio, es que va en serio.
—Anto,
Aimée —dice Siver, un par de metros más allá—. Nos vamos.
Antonia asiente
y le levanta un pulgar a Siver para confirmar que la oyó y Aimée le retiene de una
muñeca cuando empieza a caminar.
—Igual,
perdón —le dice—. No era mi intención si es que pareció que me sobrepasé o…
—Ay, no —la
interrumpe Antonia, con un gesto de la mano, como si espantara mosquitos—. Lo
tenemos hablado con Jorge de la primera vez que tuvo que infiltrarse en una
fiesta con otra agente. Tenemos un acuerdo al respecto. Mientras haya justificación,
como ahora, mientras haya más agentes que puedan aceptar que no había
otro escape, como Siver ahora, mientras su
contraparte sepa que es solo parte de la misión, como tú ahora, entonces lo
entiendo. El día que lo haga sin motivo y que yo llegue a pensar que podía haberlo
resuelto de otra forma, entonces… bueno,
entonces quemaré Troya. Él lo sabe, yo lo sé, pero también confío en él y esta
es primera vez que tiene que hacer algo así después de como diez misiones de
este tipo, así que… Está bien. Tranquila.
Aimée deja
escapar un suspiro de alivio y empieza a caminar.
—Conociéndolo,
lo más probable es que dirá que tú besas horrible para hacerme sentir bien a
mí, así que sorry por eso de antemano, porque sí me hará sentir mejor —dice
Antonia y se ríe de nuevo.
Cuando Jorge las ve llegar, su expresión es difícil de leer porque aparenta ser un océano en calma, pero Aimée nota el leve recelo en la forma en que empuña las manos cuando se sube y se sienta al fondo, y Antonia se sube después.
—Vas a
lavarte la boca con jabón tres antes de siquiera mirarme, cariño, que no quiero
babas de Aimée de segunda mano —dice Antonia, y Aimée la ve guiñarle un ojo a Jorge,
conciliadora.
En medio
segundo, los hombros de Jorge se relajan y su expresión se suaviza cuando le
medio sonríe.
—Bueno, si
quieres mis gérmenes directamente, primero me tienes que prometer que será igual
de bueno, porque si no vale la pena, no me interesa, gracias —dice Aimée y, cuando Antonia se gira a mirarla, decide imitarla y guiñarle un ojo.
—No —dice Jorge,
con seriedad, antes de que Antonia pueda responder—. Porque ella tiene
prohibido mirar si yo lo hago y eso significa que yo tampoco podría mirar si
ella lo hace, y no sé si puedo cumplir esa promesa en ese caso.
Después de
un segundo, Jorge sonríe, pícaro. Entonces Antonia se ríe otra vez, y Aimée
sonríe al verlos a los dos y notar que Jorge, aunque no rompe su regla de mantener las cosas profesionales cuando están en operativos, no se aleja cuando Antonia coloca su mano al lado de la suya sobre el asiento y se tocan solo levemente.
—Ya córtenla —dice Siver, ruborizada.
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