12 mayo 2024

Cuando el modo incógnito no funciona

Título: Cuando el modo incógnito no funciona 
Personajes: Aimée Reed, Antonia Card, Jorge Valenzuela, Siver, Leonardo Ramírez.
Advertencia: Perdón, Leo :(


Mierda, mierda, mierda.

Están junto a un árbol, vestidos de civiles, y el objetivo los mira fijamente.

Los van a descubrir —escucha a Antonia decirles por el auricular—. Tienen que hacer algo rápido.

—Anto —dice Jorge—, necesito que no mires la pantalla un momento.

¿Eso? —pregunta Antonia.

—Eso.

Pero prefiero mirar.

—Anto.

Ya, ya. Adelante.

Cuando el objetivo se pone de pie y camina hacia ellos, Jorge le pone una mano en la cadera y la otra mano sobre la mejilla y la besa. Son sus labios en los suyos, nada más, un topón, como dice Cony.

Sorprendido, pero no del todo convencido —dice Siver—. Eso parece de preadolescentes.

Sin decir nada, Jorge da un paso entre sus piernas y la obliga a dar un paso atrás. La apoya contra el árbol con la mano en su cadera y con la otra le toma el mentón y le inclina el rostro y la besa de nuevo.

Aún dudoso.

Jorge le aprieta la cadera levemente, primero una vez, luego otra y una última.

S. O. S.

Entonces Aimée se da cuenta de que lo que está fallando es ella y su nula reacción, así que le pasa los brazos por el cuello y cuando Jorge empieza a mover sus labios contra los suyos, Aimée le sigue el ritmo.

Mejor. Ya parece que les cree un poco.

Aimée sube una mano, la enreda en su cabello y la empuña en su nuca, y siente a Jorge bajar la mano de su cadera, apretarle una sola vez el costado del muslo. Casi por inercia, Aimée lo entiende y levanta la pierna, la curva contra su cintura y siente la diminuta palmadita de aprobación que Jorge le da en respuesta antes cuando desliza su mano hasta debajo de su muslo y la mantiene ahí, ayudándola a mantenerse así.

Cuando le acomoda la cara solo un poco más hacia atrás, Aimée también lo entiende y abre los labios y lo deja profundizar el beso, apoyando su peso contra la corteza del árbol y atrayendo a Jorge contra ella.

Listo, se lo creyó. Volvió a sentarse, pero sigue atento.

¿Ya puedo mirar? —pregunta Antonia.

—No —dice Jorge, contra sus labios, los ojos casi cerrados—. ¿Siver?

Um, dale un minuto más y podemos buscar otra ubicación menos arriesgada —dice Siver.

Jorge no dice nada, pero le besa la comisura de los labios, la mejilla, la mandíbula, le gira el rostro en dirección al objetivo cuando le besa el cuello.

También entiende esa señal tácita y le da una ojeada rápida al objetivo, lo nota mirándolos y cierra los ojos. Aimée masculla mm-hmm sin hablar para indicarle que todavía están en la mira, y Jorge chasquea la lengua en respuesta.

Entonces le vuelve a girar el rostro hacia él y la vuelve a besar. Es una experiencia… integral. Es exhaustivo, usa los labios, la lengua, los dientes, y es un buen beso en demasiados niveles como para no sentirse culpable.

Ya, está en movimiento —dice Siver.

Jorge la suelta y da un paso atrás. Tiene la respiración agitada, el cabello desordenado donde ella se lo tocó, las mejillas levemente sonrojadas.

—Perdona, es que quedamos demasiado cerca, no se me ocurrió…

—Está bien —dice Aimée y se aclara la voz cuando nota que apenas le sale un hilo—. No pasa nada.

Ya está en la esquina, va rápido, pueden empezar a seguirlo —dice Siver. 

Con un poquito más de precaución, por favor —dice Antonia—. Que si pasa de nuevo, entonces sí voy a mirar, Jorge. ¿Te acuerdas del trato, cierto?

—Sí, Anto. Déjame concentrarme ahora.

Jorge toma la delantera, solo medio paso más adelantado al suyo, y Aimée se seca los labios lo más discreta que puede mientras lo sigue.


***


Cuando vuelven a la van, Antonia se le acerca y la tira de un brazo para apartarla un poco del resto.

—¿Y?

—Perdón —dice Aimée, mientras intenta buscar las palabras para disculparse apropiadamente por algo que no empezó.

—No, tonta, ¿qué te pareció?

—Ah. ¿Qué…?

Antonia rueda los ojos y le hace un gesto con la mano para que hable.

—Quiero saber qué tal el beso, pues —precisa Antonia, y Aimée traga saliva, procesando sus palabras.

—Estuvo… bien.

—¿Solo bien? —pregunta Antonia, alzando las cejas.

—Más que bien —agrega Aimée.

—Besa bien, ¿cierto? —dice Antonia y entonces sonríe, y da una mirada para atrás para saber que no hay nadie antes de seguir hablando—. Necesitaba confirmar que no era yo, Aimée. ¿No estoy loca, cierto? Es que, no sé, sé que me gusta lo que hace porque lo quiero, pero es que también quise a mis ex y no era… así. ¿Me entiendes?

—Sí —dice Aimée y entonces se sonríe y se cubre la boca con la mano—. No, no eres tú. ¿Eso es siempre así? Porque… porque vaya. Creo que ese es un nivel de besar que no conocía hasta ahora.

—Siempre —responde Antonia y asiente con la cabeza—. O sea, no cuando es un hola y adiós, pero cuando va en serio, es que va en serio.

—Anto, Aimée —dice Siver, un par de metros más allá—. Nos vamos.

Antonia asiente y le levanta un pulgar a Siver para confirmar que la oyó y Aimée le retiene de una muñeca cuando empieza a caminar.

—Igual, perdón —le dice—. No era mi intención si es que pareció que me sobrepasé o…

—Ay, no —la interrumpe Antonia, con un gesto de la mano, como si espantara mosquitos—. Lo tenemos hablado con Jorge de la primera vez que tuvo que infiltrarse en una fiesta con otra agente. Tenemos un acuerdo al respecto. Mientras haya justificación, como ahora, mientras haya más agentes que puedan aceptar que no había otro escape, como Siver ahora, mientras su contraparte sepa que es solo parte de la misión, como tú ahora, entonces lo entiendo. El día que lo haga sin motivo y que yo llegue a pensar que podía haberlo resuelto de otra forma, entonces… bueno, entonces quemaré Troya. Él lo sabe, yo lo sé, pero también confío en él y esta es primera vez que tiene que hacer algo así después de como diez misiones de este tipo, así que… Está bien. Tranquila.

Aimée deja escapar un suspiro de alivio y empieza a caminar.

—Conociéndolo, lo más probable es que dirá que tú besas horrible para hacerme sentir bien a mí, así que sorry por eso de antemano, porque sí me hará sentir mejor —dice Antonia y se ríe de nuevo.

Cuando Jorge las ve llegar, su expresión es difícil de leer porque aparenta ser un océano en calma, pero Aimée nota el leve recelo en la forma en que empuña las manos cuando se sube y se sienta al fondo, y Antonia se sube después.

—Vas a lavarte la boca con jabón tres antes de siquiera mirarme, cariño, que no quiero babas de Aimée de segunda mano —dice Antonia, y Aimée la ve guiñarle un ojo a Jorge, conciliadora.

En medio segundo, los hombros de Jorge se relajan y su expresión se suaviza cuando le medio sonríe.

—Bueno, si quieres mis gérmenes directamente, primero me tienes que prometer que será igual de bueno, porque si no vale la pena, no me interesa, gracias —dice Aimée y, cuando Antonia se gira a mirarla, decide imitarla y guiñarle un ojo.

—No —dice Jorge, con seriedad, antes de que Antonia pueda responder—. Porque ella tiene prohibido mirar si yo lo hago y eso significa que yo tampoco podría mirar si ella lo hace, y no sé si puedo cumplir esa promesa en ese caso.

Después de un segundo, Jorge sonríe, pícaro. Entonces Antonia se ríe otra vez, y Aimée sonríe al verlos a los dos y notar que Jorge, aunque no rompe su regla de mantener las cosas profesionales cuando están en operativos, no se aleja cuando Antonia coloca su mano al lado de la suya sobre el asiento y se tocan solo levemente.

—Ya córtenla —dice Siver, ruborizada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario