29 marzo 2010

Cortos con BGM (5)

Título:  Cortos con Background Music (5)
Personajes:  Aimée Reed, Leonardo Ramírez. Aims/Leo implicado.
Advertencia:  Nació como un BGM. Se convirtió en una historia por sí sola. Cambié de parecer, porque no creo que vaya a escribir nunca la segunda parte. Mejor sólo dejarlo como un BGM.
Update 2013:  Ahora sí tiene continuación.

#5: On Fire (Switchfoot)
everything inside you knows, there's more than what you've heard
there's so much more than empty conversations,
filled with empty words

Es como estar en el apocalipsis. Los tiroteos, los gritos, la sangre, los cuerpos, la gente, los ruidos. La ciudad en llamas. Y Leonardo maldice alguna vez haber pensado que tomar una misión en el extranjero como para variar un poco, pudiera haber sido una buena idea. Intenta no tomar la situación demasiado en serio; sin embargo, no hay nadie aquí para ayudarles, ni siquiera la central de OMAS a la que se reportaron dos meses atrás, y si pensaba demasiado, si se dejaba sobrepasar por el terror que había hecho suya a la ciudad... No. Todavía no.

—¡Fox! —grita por el auricular mientras corre por callejones que ha memorizado en tiempo récord, la van que habían usado, inutilizable tres cuadras atrás. —¡Fox! ¡Dame tus coordenadas!

Sin respuesta. Era la enésima comunicación fallida de la semana. El día anterior apenas había logrado descifrar el aviso de ataque de Aimée debido a la interferencia.

Dejando escapar una blasfemia al llegar una encrucijada que no recuerda, se reclina contra una muralla e intenta recobrar el aliento.

Oz...lárgate...OMAS...falsa alarma...Londres...—escucha en su oído, la interferencia dándole restos del mensaje apenas. —Oz...Oz...ve...

—Fox, aquí Oz, responde —intenta, cuando la comunicación vuelve a morirse. —¡Fox!

Gritar nunca ha ayudado en nada, lo sabe. Pero casi le hace pensar que algo podrá lograr si sigue intentándolo. Vuelve a maldecir por lo bajo, alzando la mirada y reiniciando el camino, aún si no tiene idea de dónde ir.

***

Pierde la cuenta de cuanto camina, y le queda apenas un cartucho por usar, cuando siente a alguien golpearle uno de los costados y reconoce a Aimée tironeándolo para resguardarse en un edificio abandonado. Le hace caso a su seña de mantener silencio y a la siguiente de seguirla, sintiendo mil preguntas arremolinarse en su interior al verla empolvada, herida, y acelerada.

Aimée observa por una de las tablas que cubren la ventana y luego se sienta contra la muralla, quitándose el chaleco antibalas bajo el uniforme. La reacción, unísona: él al ver la herida en su costado, ella al hacer el esfuerzo.

—Aimée, necesitas... —comienza a decir, apretando una de sus manos contra la herida suya mientras con la otra le aferra el rostro.

—No habrá respuesta de OMAS —le interrumpe ella, sin observarlo a los ojos. —Fue todo un montaje, no hay misión aquí. Londres no debe estar al tanto, no si... —y su voz se apaga, cuando cierra los ojos y aprieta los labios en algo que él reconoce como un esfuerzo de no desvanecerse.

—¿Aimée? —la llama Leonardo, agitándola por los hombros levemente. —Aimée, todavía tenemos que salir de aquí y no sé de qué me estás hablando.

Antes que logre hacerla reaccionar, distingue el sonido de su celular satelital y le basta con verla llevar una mano al interior de su pantalón para saber que no puede ser bueno.

—Aimée, no contestes.

Pero ella nunca le ha hecho caso cuando se trata de su profesión y murmura Reed sin hesitar. No dice otra palabra mientras dura la llamada y cuelga sin hacerlo. Entonces la ve temblar y sabe a ciencia cierta que no era bueno.

—¿Aimée? —pregunta, su voz sonando extraña incluso para sí mismo y casi le haría gracia, si estuviera en otro momento que no fuera este, el que no podía dejar de llamarla por su nombre sólo para no darse tiempo de pensar en algo más que decir. —¿Aimée, qué...? Sea lo que sea, no me gusta —le aclara, pero antes de que ella logre hablar, él continúa—, Aimée, tenemos que irnos.

—Todavía tengo que hacer algo.

Todo desaparece entonces—los gritos, los tiroteos, las llamas, el desespero que hacía presa de la ciudad— cuando Aimée se inclina, con su rostro empolvado, el cabello desordenado, las manos heridas, y lo besa de una manera que no tiene el fervor de otras veces cuando compartían algo más, ni la ligereza de cuando pretendían hacer algo menos de lo que era al intento de relación que tenían, ni tiene el sabor a cariño adquirido que se había asentado entre ellos.

Vagamente, llega a la conclusión de que sabe a tristeza y, en su confusión, Leonardo la aferra a sí mismo, con sus manos en su pelo y rodeando de su cuerpo, atrayéndola hacia él sin importarle su herida ni el lugar donde están, sin importarle que la ciudad se incendie por completo si eso no significa lo que está por venir.

—Aimée —le susurra, cerrando los ojos al abrazarla mientras besa su sien, sus mejillas, sus ojos—, Aims.

Casi teme dejarla hablar, que decide besarla nuevamente, otra vez, otra vez, hacerle cambiar de parecer. Aimée se deja guiar sin replicar, sin quejarse de su afán por mantenerla cerca en un lugar donde podrían tomarlos por sorpresa con facilidad—y qué mal presagio era ese, instándole a atraerla a él cada vez con más insistencia cuando ella parecía querer alejarse y nuevamente saliéndose con la suya.

No es hasta que siente su respiración tan acelerada como la de ella, que reclina su frente contra la suya, acariciándole una mejilla y sin dejarla salirse de su regazo.

—Aims, no me gusta esto —le dice a un oído, sintiéndola estremecerse al hacerlo.

La siente intentar decir algo, pero falla, tanto como él falla en decir algo después. Entonces, Aimée se retira de su lugar en sus piernas y se pone en pie con ayuda de la muralla, las mejillas acaloradas, los labios sonrojados. Él la sigue y la observa, pasándole su chaleco reforzado, medio inservible pero todavía necesario.

—Te diré por donde ir, a dónde llegar. Luego... luego nos encontraremos en el aeropuerto, a la hora que acordamos.

—Creí que toda la idea de encontrarnos era salvarnos de ésta juntos. Aimée, no creo que...

Ella lo detiene con un dedo sobre los labios, la mirada risueña. —La próxima vez que queramos un descanso sin andar cuidándonos de quién nos vea, iremos al Caribe, ¿te parece?

—Eso haría bastante obvio el arreglo que tenemos. ¿No es eso lo que pretendíamos evitar?

Aimée se encoge de hombros y calla, y el es rápido en leer entre líneas lo que eso significa. Le hace desear no estar ahí en plena situación de peligro.

—Si salimos de esta, iremos a Londres de nuevo y prometo comportarme con tu familia esta vez. Después del Caribe, eso sí... ¿O quizá mejor antes?

—Para amortiguar el golpe de ver a mi familia, ¿verdad?

—Claro.

Él sonríe, ella sonríe y, entre todos los ruidos de la ciudad, en ese edificio abandonado, se siente como un adiós.

1 comentario:

  1. adsdasdadsadsadsadsadadasdasdsad (Con eso lo digo todo. Trata de sensibilizarme la proxima vez y me vengaré ppp)

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